"Altazor el canon de la vanguardia, y el recuerdo de otras vidas mas altas"...
Para Vicente Huidobro Altazor, representa, en uno de sus sentidos, la puesta a prueba más a fondo del creacionismo como concepción de la poesía y como práctica poética. Según declaraciones hechas por Huidobro en 1919 -de paso en Madrid con destino a París- habría existido una versión francesa ya por esos años, esto es, a fines de la Primera Guerra Mundial, en una atmósfera de fin del mundo que permitió tanto la escritura de La decadencia de Occidente de Spengler como el surgimiento del dadaísmo.
Un primer testimonio público del poema apareció en 1925 en La Nación de Santiago de Chile. Era el prefacio de Altazor, traducido del francés por Juan Emar. Allí se declara que Altazor
Un primer testimonio público del poema apareció en 1925 en La Nación de Santiago de Chile. Era el prefacio de Altazor, traducido del francés por Juan Emar. Allí se declara que Altazor
" nació a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo"
y que
"los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer y de agonía" .
Altazor está compuesto de siete cantos y un prefacio. Su frágil -y problemática- unidad está mantenida por el hilo argumental de una caída de desarrollo, orientación y velocidad discontinuas. Quien cae es Altazor, sujeto y personaje de la escritura,
"animal metafísico cargado de congojas... que se mira obrar y se ríe del otro frente a frente"
Ángel rebelde o un ICARO moderno -sin alas, pero provisto de una innovación técnica: un paracaídas- Altazor cae en el espacio sideral, pero también en el interior sin fondo de sí mismo y en el tiempo, en la historia, que es el escenario convulso de una sucesión intermitente de catástrofes y comienzos. Altazor atraviesa –desintegrándose él mismo- espacios y edades históricas en busca desesperada de fundamento y sentido para su vida. Dios ha muerto –es ya pura historia- y toda una metafísica y una moral se ha desmoronado, ha perdido validez universal, no es fundamento. Su reiterada búsqueda conduce al poeta una y otra vez a la nada de fundamento. El curso discontinuo del poema –el orden discontinuo de sus partes, que no es necesario, que podría ser otro- produce la apariencia de un desarrollo del estado de ánimo del poeta desde la angustia por la existencia y la muerte –es la época de Ser y Tiempo de Heidegger- hasta el júbilo por la propia nadificación, desde la depresión por la temporalidad vacía de la vida hasta la euforia desatada por una existencia que se consume y plenifica en el puro presente, no aspirando a fundamento trascendental alguno, perdiéndolo de vista. Pero estos estados de ánimo más que sucederse definitivamente el uno al otro, se superponen, coexisten, se alternan o sustituyen como signos de contradicciones que embargan al poeta.
No obstante, en la escritura de Altazor reaparece con alguna frecuencia, obstinada, la pregunta por el ser o fundamento dirigida a la trascendencia y cierta nostalgia de Dios (lo que ha permitido interpretaciones cristianas del poema).
La caída que inicialmente parece vertical, se hace múltiple, acontece en varias dimensiones del espacio y del tiempo, es simultáneamente centrífuga y centrípeta, descentra al sujeto, desintegra su identidad, lo instala en el espacio sideral y no sólo la tierra como punto de referencia y lugar para construir la habitación del hombre.
La escritura es paralelamente –y no sólo de manera derivada o ancilar- una exploración radical de las capacidades cognoscitivas o poéticamente cognoscitivas del lenguaje, una experimentación persistente y a fondo de sus recursos, que lo precipitan en su destrucción. Altazor es –como lo indicó Guillermo Sucre-
“un poema que representa y comunica paradójicamente el fracaso de la poesía : "Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser. Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser"
Ángel rebelde o un ICARO moderno -sin alas, pero provisto de una innovación técnica: un paracaídas- Altazor cae en el espacio sideral, pero también en el interior sin fondo de sí mismo y en el tiempo, en la historia, que es el escenario convulso de una sucesión intermitente de catástrofes y comienzos. Altazor atraviesa –desintegrándose él mismo- espacios y edades históricas en busca desesperada de fundamento y sentido para su vida. Dios ha muerto –es ya pura historia- y toda una metafísica y una moral se ha desmoronado, ha perdido validez universal, no es fundamento. Su reiterada búsqueda conduce al poeta una y otra vez a la nada de fundamento. El curso discontinuo del poema –el orden discontinuo de sus partes, que no es necesario, que podría ser otro- produce la apariencia de un desarrollo del estado de ánimo del poeta desde la angustia por la existencia y la muerte –es la época de Ser y Tiempo de Heidegger- hasta el júbilo por la propia nadificación, desde la depresión por la temporalidad vacía de la vida hasta la euforia desatada por una existencia que se consume y plenifica en el puro presente, no aspirando a fundamento trascendental alguno, perdiéndolo de vista. Pero estos estados de ánimo más que sucederse definitivamente el uno al otro, se superponen, coexisten, se alternan o sustituyen como signos de contradicciones que embargan al poeta.
No obstante, en la escritura de Altazor reaparece con alguna frecuencia, obstinada, la pregunta por el ser o fundamento dirigida a la trascendencia y cierta nostalgia de Dios (lo que ha permitido interpretaciones cristianas del poema).
La caída que inicialmente parece vertical, se hace múltiple, acontece en varias dimensiones del espacio y del tiempo, es simultáneamente centrífuga y centrípeta, descentra al sujeto, desintegra su identidad, lo instala en el espacio sideral y no sólo la tierra como punto de referencia y lugar para construir la habitación del hombre.
La escritura es paralelamente –y no sólo de manera derivada o ancilar- una exploración radical de las capacidades cognoscitivas o poéticamente cognoscitivas del lenguaje, una experimentación persistente y a fondo de sus recursos, que lo precipitan en su destrucción. Altazor es –como lo indicó Guillermo Sucre-
“un poema que representa y comunica paradójicamente el fracaso de la poesía : "Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser. Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser"
La importancia de la obra de Vicente Huidobro para el surgimiento de los movimientos de vanguardia en América Latina y, en general, en el ámbito de lengua española, ha sido reconocida hace ya suficiente tiempo. Huidobro es uno de los fundadores de la gran poesía latinoamericana de la primera mitad del siglo. Ecuatorial o Poemas árticos (ambos de 1918) se convirtieron de inmediato en modelos para la renovación de la poesía de su época en América Latina y España. Altazor es una de las contribuciones hispanoamericanas a la poesía del siglo XX.
Las actividades de Huidobro fueron múltiples. El itinerario de su vida y su obra no es lineal: poeta radicalmente innovador, novelista, dramaturgo, autor de guiones de cine, político, polemista de temer, corresponsal de guerra en el campo de batalla. Buscó un nuevo arte -que correspondiera a su época-, pero también aspiró a transformar la vida.
la obra de Huidobro no tiene sólo un significado histórico, lo que sería ya suficiente. Una parte considerable de sus textos ha recobrado extrema actualidad, se ha abierto a una nueva lectura que ilumina dimensiones acaso decisivas de nuestro presente de crisis y anhelo de cambio.
Pero el tópico principal que abarca todo el libro es la muerte y el lo expresa diciendo:
“Todos los caminos conducen a la muerte”
"Altazor es contradicción constante, es totalidad en el vivir. Para él, ser parcial sería morir. Altazor lo toma todo sin excluir nada. Altazor somos todos aquellos que amamos la intensidad del momento, sin olvidar jamás que la muerte puede hacerse presente en cualquier instante. Saberlo nos hace amar mucho más la vida, que adquiere una intensidad insospechada”
"Altazor es contradicción constante, es totalidad en el vivir. Para él, ser parcial sería morir. Altazor lo toma todo sin excluir nada. Altazor somos todos aquellos que amamos la intensidad del momento, sin olvidar jamás que la muerte puede hacerse presente en cualquier instante. Saberlo nos hace amar mucho más la vida, que adquiere una intensidad insospechada”
(Valdovinos, Hernán. “Vicente Huidobro y Altazor”, Atenea, (467): 127, 1924. N° especial: Homenaje a Vicente Huidobro (1893-1948)).
Altazor se ciñe, de la aventura del lenguaje, o de ese viaje funerario de la palabra poética, y esto es Altazor, desde el Prefacio hasta el capítulo VII.
“Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte”
“La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer. Vamos cayendo, cayendo de nuestro cenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.·”
Pág. 14
“la conciencia es amargura,
la inteligencia es decepción,
y solo en las afuera de la vida se puede plantar una pequeña ilusión”
Pág. 27
la inteligencia es decepción,
y solo en las afuera de la vida se puede plantar una pequeña ilusión”
Pág. 27
Tu crees en lo que quieres creer....
pero...
"En la vida hay algo peor que el fracaso.....
el no haber intentado nada.."
Lucha...
piensa...
sueña...
pero por sobre todo...
VIVE...
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